Se pusieron en marcha a lo largo de la trinchera menos profunda, abierta tras la cresta de la colina, y Andrés sentía que le llegaba en la oscuridad el olor de los excrementos depositados por los defensores de la colina en torno a los helechos de la cuesta. No le gustaban aquellos hombre, que eran como niños peligrosos: sucios, groseros, indisciplinados, buenos, cariñosos, tontos e ignorantes, aunque peligrosos siempre porque estaban armados. Él, Andrés, no tenía opinines políticas, salvo que estaba con la República. Había oído hablar a veces a aquellas gentes y encontraba que lo que decían solía ser muy bonito,pero ellos no le gustaban. La libertad no consiste en no enterrar los excrementos que se hacen, pensó. No hay animal mas libre que el gato; pero entierra sus excrementos. El gato es el mejor anarquista. Mientras no aprendan a comportarse como el gato, no podré estimarlos.
Importado de "Por quién doblan las campanas"
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