El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que
existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos
estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para
muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no
verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje
continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno,
no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
Importado de "Las Ciudades Invisibles"
20151231
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