Al señor Bennet le gustaban el campo y los libros; y de esos gustos derivaban sus principales placeres. Con su esposa sólo estaba en deuda porque la señora Bennet contribuía a divertirlo con su ignorancia y sus tonterías. No es ésa la clase de felicidad que, en general, un hombre desearía deber a su esposa; pero cuando no existe otra posibilidad de diversión, el verdadero filósofo sabe sacar provecho de lo que se le ofrece.
Importado de "Orgullo y prejuicio"
20150607
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