Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayúdame a mirar!
(Extraído de La función del arte/1)
Para seguir con Galeano, y cortar tu seguidilla.
ResponderEliminarPara leer sin la mano, y cortar con la ladilla.
Rimaba.
O sea, para leer mientras te depilás.
ResponderEliminarQue simpático (?)
PD: sino lo subías vos lo subía yo, muy bueno.