La mujer de un amigo se había soñado muerta, enterrada al modo de La Extraña Aventura de David Grey; desde su cristalina profundidad veía los rostros que la lloraban, inclinándose sobre la tumba. Todo ocurría en una gran serenidad y aunque ella hubiese querido gritar, decir que estaba, no viva, no la de antes,
que estaba ahí, solamente,
y que veía,
la mecánica de la fosa no la dejaba. Entonces vio como su madre, llorándola siempre, plantaba un rosal sobre su tumba; desde la vítrea hondura lo observaba todo. Y su madre se fue, pero no la planta; la planta crecía, y su raíz bajó, creciendo, como una espada blanca. La sintió llegar hasta ella, y atravesarle el pecho.
Importado de El Examen
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