-Querido amigo-dijo Angel-, permítame que le repita que tener ganas de tener ganas es ya una pasión suficiente. La prueba es que eso le impulsa a la acción.
El psiquiatra acarició su barba roja y se echó a reir.
-Y, al mismo tiempo, demuestra la falta de ganas-dijo.
(...)
-Entonces, dése cuenta de que no parte de mí este deseo de llenarme -dijo Jacquemort-. De que estaba decidido de antemano. De que yo no era libre.
-Claro que sí -repuso Angel-. Es usted libre, puesto que tiene un deseo.
-¿Y si no tuviera ninguno?¿Ni siquiera éste?
-Sería usted un muerto.
-¡Ah, muy bien! No voy a discutir más con usted. Me da usted miedo.
(...)
-En fin-protestó Jacquemort-, ocurre exactamente lo contrario. Sólo se es libre cuando no se desea nada, y un ser perfectamente libre no debería desear nada.
(...)
-¡Oh, oh, oh! -exclamó Jacquemort, cada vez más indignado-. Mire, desear algo significa estar encadenado a un deseo.
-De ninguna manera -dijo Angel-. La libertad es el deseo que viene de uno mismo. Además...
-Además, se está usted riendo de mí, eso es lo que pasa.
(importado de El Arrancacorazones)