20130313

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Lloviznaba. Los apresurados peatones abrían los paraguas y en un momento la acera estuvo

repleta. Los paraguas chocaban unos contra otros. Los hombres eran amables y, cuando pasaban junto a
Teresa, levantaban la empuñadura del paraguas por encima de la cabeza para que pudiera pasar. Pero
las mujeres no se apartaban. Miraban hacia delante con dureza y cada una de ellas esperaba que la otra
reconociese su debilidad y retrocediese. El encuentro entre paraguas era una prueba de fuerzas. Teresa
al principio se apartaba, pero cuando comprendió que su amabilidad nunca era correspondida, cogió el
paraguas con la misma firmeza que las demás. Varias veces chocó violentamente contra el paraguas de
enfrente, pero nadie dijo «disculpe». Por lo general nadie decía nada, dos o tres veces oyó decir
«¡imbécil!» o «¡mierda!».
(...)

Estaban dispuestas a luchar contra un ejército enemigo con la misma obstinación que contra un paraguas que no está dispuesto a cederles el paso.

Importado de "La insoportable levedad del ser"

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