Maybe you'll come to know that every man in every generation is refired. Does a craftsman, even in his old age, lose his hunger to make a perfect cup--thin, strong, translucent?" He held his cup to the light. " All impurities burned out and ready for a glorious flux, and for that-- more fire. And then either the slag heap or, perhaps what no one in the world ever quite gives up, perfection." He drained his cup and he said loudly, "Cal, listen to me. Can you think that whatever made us-- would stop trying?”
Importado de "East of Eden"
20140930
20140929
11101000
"Observe constantly that all things take place by change, and accustom thyself to consider that the nature of the universe loves nothing so much as to change things which are and to make new things like them".
Importado de "East of Eden"
Importado de "East of Eden"
20140928
11100111
-Bueno, pues ese es el adiós a la galaxia -dijo Arthur, dándose una palmada en las rodillas y levantándose.
-No -dijo gravemente Slartibartfast-. Nuestro rumbo está claro.
En su frente se hicieron surcos suficientes para sembrar verduras de raíz pequeña. Se puso en pie, paseó de un lado para el otro. Cuando volvió a halar, lo que dijo le asustó tanto, que tuvo que sentarse otra vez.
-Hemos vuelto a fracasar de manera lastimosa. Muy penosa.
-Eso es porque no nos importa lo bastante -comentó Ford en voz baja-. Te lo dije.
Colocó los pies sobre el panel de instrumentos y con aire incierto empezó a hurgar algo que tenía en una uña.
-Pero a menos que decidamos tomar medidas -dijo el anciano en tono quejumbroso, como si luchara contra cierta indiferencia profunda de su naturaleza-, todos seremos destruidos, moriremos todos. Sin duda eso sí nos importa, ¿Verdad?
-No lo suficiente para querer que nos maten por ello -repuso Ford, que esbozó una especie de falsa sonrisa exhibiéndola por toda la cámara para todo aquel que quisiera contemplarla.
Importado de "La vida, el universo y todo lo demás"
-No -dijo gravemente Slartibartfast-. Nuestro rumbo está claro.
En su frente se hicieron surcos suficientes para sembrar verduras de raíz pequeña. Se puso en pie, paseó de un lado para el otro. Cuando volvió a halar, lo que dijo le asustó tanto, que tuvo que sentarse otra vez.
-Hemos vuelto a fracasar de manera lastimosa. Muy penosa.
-Eso es porque no nos importa lo bastante -comentó Ford en voz baja-. Te lo dije.
Colocó los pies sobre el panel de instrumentos y con aire incierto empezó a hurgar algo que tenía en una uña.
-Pero a menos que decidamos tomar medidas -dijo el anciano en tono quejumbroso, como si luchara contra cierta indiferencia profunda de su naturaleza-, todos seremos destruidos, moriremos todos. Sin duda eso sí nos importa, ¿Verdad?
-No lo suficiente para querer que nos maten por ello -repuso Ford, que esbozó una especie de falsa sonrisa exhibiéndola por toda la cámara para todo aquel que quisiera contemplarla.
Importado de "La vida, el universo y todo lo demás"
20140927
11100111
- ¿Y le piden que tome decisiones por ellos? - prosiguió Zarniwoop -. ¿Acerca
de la vida de la gente, de los mundos, de economía, de guerras, de todo lo que
pasa ahí fuera, en el Universo?
- ¿Ahí fuera? - dijo el hombre -. ¿Ahí fuera, dónde?
- ¡Ahí fuera! - exclamó Zarniwoop, señalando a la puerta.
- ¿Cómo puedes saber si hay algo ahí fuera? - dijo cortésmente el hombre -. La
puerta está cerrada.
La lluvia seguía golpeteando el techo. Dentro de la cabaña hacía calor.
- ¡Pero usted sabe que ahí fuera hay todo un Universo! - gritó Zarniwoop -. ¡No
puede eludir sus responsabilidades diciendo que no existen!
El soberano del Universo reflexionó durante largo rato mientras Zarniwoop
temblaba de ira.
- Estás muy seguro de tus hechos - dijo al fin el habitante de la cabaña -. Yo no
podría confiar en el razonamiento de un hombre que da por sentada la
existencia del Universo.
Zarniwoop siguió temblando, pero guardó silencio.
- Yo sólo tomo decisiones respecto a mi universo - prosiguió el hombre en voz
baja -. Mi universo son mis ojos y mis oídos. Todo lo demás son rumores.
- Pero ¿no cree usted en nada?
El amo del mundo se encogió de hombros y tomó en brazos al gato.
- No entiendo lo que quieres decir - manifestó.
- ¿No comprende que lo que usted decide en esta cabaña suya afecta a la vida
y al destino de millones de seres? ¡Esto es una injusticia monstruosa!
- No sé. Nunca he visto a toda esa gente de que hablas. Y sospecho que tú
tampoco. Sólo tienen existencia en las palabras que oímos. Es absurdo decir
que se sabe lo que le ocurre a otras personas. Sólo ellas lo saben, si es que
existen. Tienen sus propios universos en sus ojos y oídos.
- Creo que voy a salir un poco - dijo Trillian. Salió y empezó a pasear bajo la
lluvia.
- ¿Cree usted que existen otros seres? - insistió Zarniwoop.
- Yo no tengo opinión. ¿Cómo podría saberlo?
- Será mejor que vaya a ver lo que le pasa a Trillian - dijo Zaphod, y salió
rápidamente.
Una vez afuera, dijo a la muchacha:
- Creo que el Universo está en muy buenas manos, ¿eh?
- Estupendas - convino Trillian. Fueron caminando bajo la lluvia.
Dentro, Zarniwoop siguió hablando:
- Pero ¿no comprende que la gente vive o muere por una palabra suya?
(...)
- Eso no tiene nada que ver conmigo - afirmó. - No sé nada de la gente. El
Señor sabe que no soy un hombre cruel.
- ¡Ah! - gritó Zarniwoop -. Ha dicho «El Señor». ¡Cree en algo!
- Es mi gato - dijo el hombre afablemente, cogiendo al animal y acariciándolo -.
Le llamo El Señor. Soy cariñoso con él.
- Muy bien - dijo Zarniwoop, insistiendo en su punto de vista -. ¿Cómo sabe que
existe el gato? ¿Cómo sabe que él sabe que es usted cariñoso, o que le gusta
lo que él entienda por su cariño?
- No lo sé - dijo el hombre sonriendo -. No tengo idea. Sólo que me gusta
comportarme de una manera determinada con lo que parece ser un gato. ¿Te
comportas tú de otro modo? Por favor, me parece que estoy cansado.
Importado de "El Restaurante del Fin del Mundo"
de la vida de la gente, de los mundos, de economía, de guerras, de todo lo que
pasa ahí fuera, en el Universo?
- ¿Ahí fuera? - dijo el hombre -. ¿Ahí fuera, dónde?
- ¡Ahí fuera! - exclamó Zarniwoop, señalando a la puerta.
- ¿Cómo puedes saber si hay algo ahí fuera? - dijo cortésmente el hombre -. La
puerta está cerrada.
La lluvia seguía golpeteando el techo. Dentro de la cabaña hacía calor.
- ¡Pero usted sabe que ahí fuera hay todo un Universo! - gritó Zarniwoop -. ¡No
puede eludir sus responsabilidades diciendo que no existen!
El soberano del Universo reflexionó durante largo rato mientras Zarniwoop
temblaba de ira.
- Estás muy seguro de tus hechos - dijo al fin el habitante de la cabaña -. Yo no
podría confiar en el razonamiento de un hombre que da por sentada la
existencia del Universo.
Zarniwoop siguió temblando, pero guardó silencio.
- Yo sólo tomo decisiones respecto a mi universo - prosiguió el hombre en voz
baja -. Mi universo son mis ojos y mis oídos. Todo lo demás son rumores.
- Pero ¿no cree usted en nada?
El amo del mundo se encogió de hombros y tomó en brazos al gato.
- No entiendo lo que quieres decir - manifestó.
- ¿No comprende que lo que usted decide en esta cabaña suya afecta a la vida
y al destino de millones de seres? ¡Esto es una injusticia monstruosa!
- No sé. Nunca he visto a toda esa gente de que hablas. Y sospecho que tú
tampoco. Sólo tienen existencia en las palabras que oímos. Es absurdo decir
que se sabe lo que le ocurre a otras personas. Sólo ellas lo saben, si es que
existen. Tienen sus propios universos en sus ojos y oídos.
- Creo que voy a salir un poco - dijo Trillian. Salió y empezó a pasear bajo la
lluvia.
- ¿Cree usted que existen otros seres? - insistió Zarniwoop.
- Yo no tengo opinión. ¿Cómo podría saberlo?
- Será mejor que vaya a ver lo que le pasa a Trillian - dijo Zaphod, y salió
rápidamente.
Una vez afuera, dijo a la muchacha:
- Creo que el Universo está en muy buenas manos, ¿eh?
- Estupendas - convino Trillian. Fueron caminando bajo la lluvia.
Dentro, Zarniwoop siguió hablando:
- Pero ¿no comprende que la gente vive o muere por una palabra suya?
(...)
- Eso no tiene nada que ver conmigo - afirmó. - No sé nada de la gente. El
Señor sabe que no soy un hombre cruel.
- ¡Ah! - gritó Zarniwoop -. Ha dicho «El Señor». ¡Cree en algo!
- Es mi gato - dijo el hombre afablemente, cogiendo al animal y acariciándolo -.
Le llamo El Señor. Soy cariñoso con él.
- Muy bien - dijo Zarniwoop, insistiendo en su punto de vista -. ¿Cómo sabe que
existe el gato? ¿Cómo sabe que él sabe que es usted cariñoso, o que le gusta
lo que él entienda por su cariño?
- No lo sé - dijo el hombre sonriendo -. No tengo idea. Sólo que me gusta
comportarme de una manera determinada con lo que parece ser un gato. ¿Te
comportas tú de otro modo? Por favor, me parece que estoy cansado.
Importado de "El Restaurante del Fin del Mundo"
20140926
11100110
¿No podríamos largarnos un rato a una fiesta o algo así, para pensarlo?
-Por lo que me figuro -dijo al voz etérea de Gargrabar-, es posible que yo esté en una. Es decir, mi cuerpo. Va a muchas fiestas sin mí. Dice que lo único que hago es estorbar. Ya ves.
-Qué es todo eso de tu cuerpo? -preguntó Zaphod, deseoso de aplazar lo que fuera a ocurrirle.
-Pues se trata... de que está muy ocupado, ¿sabes? -contestó Gargraar, titubeando.
-¿Quieres decir que tiene una mente propia? -dijo Zaphod.
Hubo un silencio largo y un tanto glacial.
-Tengo que decir -repuso al fin Gargrabar- que esa observación me parece de muy mal gusto.
Zaphod masculló una disculpa confusa y avergonzada.
-No importa -dijo Gargrabar-, no tenías por qué saberlo. La voz revoloteó insatisfecha.
-Lo cierto es -prosiguió en un tono que sugería que intentaba dominarla con todas sus fuerzas-, lo cierto es que en estos momentos pasamos por un período de separación legal. Sospecho que terminará en divorcio.
La voz volvió a apagarse, y Zaphod quedó sin saber qué decir. Emitió un murmullo confuso.
-Creo que no estamos hechos el uno para el otro -continuó al cabo Gargrabar-; nunca hemos sido felices haciendo las mismas cosas. Siempre hemos tenido unas discusiones formidables sobre la pesca y la sexualidad. Al fin tratamos de combinar las dos cosas, pero como puedes imaginarte, no fue más que un desastre. Y ahora mi cuerpo se niega a dejarme entrar. Ni siquiera quiere verme...
Volvió a hacer una pausa dramática. El viento azotaba la llanura.
-Dice que sólo le produzco inhibiciones. Le señalé que yo sólo quería habitarlo, y contestó que eso era exactamente la clase de observación sabihonda que le sale a un cuerpo por la aleta izquierda de la nariz, de modo que lo dejamos.
Importado de "El Restaurante del Fin de Mundo"
-Por lo que me figuro -dijo al voz etérea de Gargrabar-, es posible que yo esté en una. Es decir, mi cuerpo. Va a muchas fiestas sin mí. Dice que lo único que hago es estorbar. Ya ves.
-Qué es todo eso de tu cuerpo? -preguntó Zaphod, deseoso de aplazar lo que fuera a ocurrirle.
-Pues se trata... de que está muy ocupado, ¿sabes? -contestó Gargraar, titubeando.
-¿Quieres decir que tiene una mente propia? -dijo Zaphod.
Hubo un silencio largo y un tanto glacial.
-Tengo que decir -repuso al fin Gargrabar- que esa observación me parece de muy mal gusto.
Zaphod masculló una disculpa confusa y avergonzada.
-No importa -dijo Gargrabar-, no tenías por qué saberlo. La voz revoloteó insatisfecha.
-Lo cierto es -prosiguió en un tono que sugería que intentaba dominarla con todas sus fuerzas-, lo cierto es que en estos momentos pasamos por un período de separación legal. Sospecho que terminará en divorcio.
La voz volvió a apagarse, y Zaphod quedó sin saber qué decir. Emitió un murmullo confuso.
-Creo que no estamos hechos el uno para el otro -continuó al cabo Gargrabar-; nunca hemos sido felices haciendo las mismas cosas. Siempre hemos tenido unas discusiones formidables sobre la pesca y la sexualidad. Al fin tratamos de combinar las dos cosas, pero como puedes imaginarte, no fue más que un desastre. Y ahora mi cuerpo se niega a dejarme entrar. Ni siquiera quiere verme...
Volvió a hacer una pausa dramática. El viento azotaba la llanura.
-Dice que sólo le produzco inhibiciones. Le señalé que yo sólo quería habitarlo, y contestó que eso era exactamente la clase de observación sabihonda que le sale a un cuerpo por la aleta izquierda de la nariz, de modo que lo dejamos.
Importado de "El Restaurante del Fin de Mundo"
20140923
11100101
Acto seguido me obliga a seguirla hasta la tumba de Julieta, que no está lejos, pero tampoco cerca. Me pide que me ponga a un lado, se pone del otro, estrechamos nuestras manos sobre la tumba y juramos amor eterno. <> dice Pilar. <> repito, a lo que agrego: <>. <<¿De dónde sacás que es falsa?>> <la supuesta tumba de Julieta
. En cuanto al famoso amor de la mujer, que no está enterrada acá, y de su Romeo, figurate lo que habrá sido: un amor cualquiera, exagerado por los escritores, y al que la afición del pueblo por los prodigios convirtió en sublime. >> Si hubiera sabido cómo la afectarían mis observaciones, me callo. Declara que nada me gusta como destruir ilusiones (<>), que soy desagradablemente negativo y que tal vez lo que trato de decirle es que no la quiero.
Importado de "Nuestro viaje (Diario de Lucio Herrera)", en "Una muñeca Rusa"
. En cuanto al famoso amor de la mujer, que no está enterrada acá, y de su Romeo, figurate lo que habrá sido: un amor cualquiera, exagerado por los escritores, y al que la afición del pueblo por los prodigios convirtió en sublime. >> Si hubiera sabido cómo la afectarían mis observaciones, me callo. Declara que nada me gusta como destruir ilusiones (<
Importado de "Nuestro viaje (Diario de Lucio Herrera)", en "Una muñeca Rusa"
20140913
11100100
-¿Para qué viene aquí, señorita Basden?
Ella se interrumpió en la mitad de una frase, con la parte superior de su cara todavía alegre, pero dejando caer poco a poco la mandíbula inferior.
-¡Oh, sé que soy culpable! -dijo Andrés-. Yo le he dicho que viniese. Pero, en realidad, no padece usted mal alguno.
-¡Doctor Manson! - tartamudeó sin poder dar crédito a sus propios oídos.
Era enteramente cierto. Andrés comprendió, con cruel discernimiento, que todos los síntomas de la dama eran debidos al dinero. Ella no había trabajado un día en su vida, su cuerpo estaba fofo, rozagante, sobrealimentado. No dormía porque no ejercitaba los músculos. Ni siquiera ejercitaba el cerebro. No tenía que hacer otra cosa que recortar cupones, pensar en sus dividendos, reñir a su criada y meditar en lo que comerían ella y su Lulú de Pomerania. ¡Sólo si saliera de su pieza e hiciera algo efectivo! ¡Si abandonara todas esas píldoras, sedantes, hipnóticos y colagogos y demás porquerías; diera algo de su dinero a los pobres y ayudara a otros y dejara de pensar en sí misma! Pero jamás, jamás haría esto, era inútil pedírselo siquiera. Estaba espiritualmente muerta y también lo estaba él.
-Andrés dijo reposadamente:
-Siento no poder seguir siéndole útil, señorita Basden. Es posible que yo me vaya. Pero no dudo de que usted hallará otros médicos por aquí, que se sentirán muy felices de servirle de alcahuetes.
Importado de "La Ciudadela"
Ella se interrumpió en la mitad de una frase, con la parte superior de su cara todavía alegre, pero dejando caer poco a poco la mandíbula inferior.
-¡Oh, sé que soy culpable! -dijo Andrés-. Yo le he dicho que viniese. Pero, en realidad, no padece usted mal alguno.
-¡Doctor Manson! - tartamudeó sin poder dar crédito a sus propios oídos.
Era enteramente cierto. Andrés comprendió, con cruel discernimiento, que todos los síntomas de la dama eran debidos al dinero. Ella no había trabajado un día en su vida, su cuerpo estaba fofo, rozagante, sobrealimentado. No dormía porque no ejercitaba los músculos. Ni siquiera ejercitaba el cerebro. No tenía que hacer otra cosa que recortar cupones, pensar en sus dividendos, reñir a su criada y meditar en lo que comerían ella y su Lulú de Pomerania. ¡Sólo si saliera de su pieza e hiciera algo efectivo! ¡Si abandonara todas esas píldoras, sedantes, hipnóticos y colagogos y demás porquerías; diera algo de su dinero a los pobres y ayudara a otros y dejara de pensar en sí misma! Pero jamás, jamás haría esto, era inútil pedírselo siquiera. Estaba espiritualmente muerta y también lo estaba él.
-Andrés dijo reposadamente:
-Siento no poder seguir siéndole útil, señorita Basden. Es posible que yo me vaya. Pero no dudo de que usted hallará otros médicos por aquí, que se sentirán muy felices de servirle de alcahuetes.
Importado de "La Ciudadela"
Suscribirse a:
Entradas (Atom)