20140926

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¿No podríamos largarnos un rato a una fiesta o algo así, para pensarlo?
-Por lo que me figuro -dijo al voz etérea de Gargrabar-, es posible que yo esté en una. Es decir, mi cuerpo. Va a muchas fiestas sin mí. Dice que lo único que hago es estorbar. Ya ves.
-Qué es todo eso de tu cuerpo? -preguntó Zaphod, deseoso de aplazar lo que fuera a ocurrirle.
-Pues se trata... de que está muy ocupado, ¿sabes? -contestó Gargraar, titubeando.
-¿Quieres decir que tiene una mente propia? -dijo Zaphod.
Hubo un silencio largo y un tanto glacial.
-Tengo que decir -repuso al fin Gargrabar- que esa observación me parece de muy mal gusto.
Zaphod masculló una disculpa confusa y avergonzada.
-No importa -dijo Gargrabar-, no tenías por qué saberlo. La voz revoloteó insatisfecha.
-Lo cierto es -prosiguió en un tono que sugería que intentaba dominarla con todas sus fuerzas-, lo cierto es que en estos momentos pasamos por un período de separación legal. Sospecho que terminará en divorcio.
La voz volvió a apagarse, y Zaphod quedó sin saber qué decir. Emitió un murmullo confuso.
-Creo que no estamos hechos el uno para el otro -continuó al cabo Gargrabar-; nunca hemos sido felices haciendo las mismas cosas. Siempre hemos tenido unas discusiones formidables sobre la pesca y la sexualidad. Al fin tratamos de combinar las dos cosas, pero como puedes imaginarte, no fue más que un desastre. Y ahora mi cuerpo se niega a dejarme entrar. Ni siquiera quiere verme...
Volvió a hacer una pausa dramática. El viento azotaba la llanura.
-Dice que sólo le produzco inhibiciones. Le señalé que yo sólo quería habitarlo, y contestó que eso era exactamente la clase de observación sabihonda que le sale a un cuerpo por la aleta izquierda de la nariz, de modo que lo dejamos.

Importado de "El Restaurante del Fin de Mundo"

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